“Un libro es un arma cargada en la casa de al lado”


Bradbury, Ray
Fahrenheit 451 (1953 [2017])
Colombia: Debolsillo, 174 p.
Traducción Alfredo Crespo 

Reseña de la novela Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury

Es difícil reseñar una historia que, parece, ya está instalada en el imaginario colectivo. ¿Qué otra cosa podemos decir sobre esta novela que aún no se haya dicho? Ella es tan popular que, incluso, quienes no la han leído saben de qué va: una sociedad en la que están prohibidos los libros y la lectura porque los interrogantes y las ideas que ellas contienen no permiten que la gente sea feliz. En esta sociedad los bomberos no extinguen los incendios, ellos se encargan de propiciarlos y de quemar los libros y, si es del caso, también a los lectores. En esta sociedad la gente está alienada ante el uso de las pantallas y los auriculares, los realities, las drogas y los deportes.

De seguro que la popularidad de la novela ha sido cimentada gracias a las diferentes adaptaciones que ha coleccionado a lo largo del tiempo: en 1966 François Truffaut realizó la primera adaptación cinematográfica de la obra; en 1979 el propio Bradbury se encargó de su adaptación teatral; en la década de 1980 apareció el primer videojuego basado en la obra, así como una versión radial para la BBC; en 2009 se adaptó en formato de novela gráfica; y en 2018 se realizó una nueva versión cinematográfica, en este caso para la cadena de televisión HBO.

La obra de Bradbury también es reconocida por su calidad literaria. En ella son profusas las metáforas, las comparaciones y los símbolos. Véase, por ejemplo, la manera en que la obra sugiere las fuerzas desiguales entre los bomberos y quienes poseen libros; o la violencia representada entre la acción de los bomberos y aquellos objetos subversivos: los representantes de la ley van ennegrecidos por culpa del hollín, siempre huelen a combustible y las mangueras de sus lanzallamas son descritas como serpientes venenosas, en contraste con los libros descritos como “palomas” que intentan escapar del fuego…

A modo de resumen: la obra de Bradbury resulta ejemplar. Ella representa una de las cimas más altas de la ciencia ficción distópica, al lado de la obra de Zamiatín, Huxley y Orwell. No es sólo su contenido, ni la forma de su narración, es también su capacidad para cuestionar la realidad presente (una de las características más caras del arte y característica obligada de la ciencia ficción).

Los síntomas de una sociedad distópica

La obra de Bradbury expone las razones que llevaron a esa sociedad a convertirse en una distopía; lo que aquí llamo ‘síntomas’ de una sociedad distópica. Es necesario advertir que cualquier parecido con nuestra realidad…

Para el jefe de los bomberos, y máximo antagonista de la historia, los cambios en la sociedad fueron imperceptibles, surgieron lentamente. Los libros no eran tan peligrosos; sin embargo, empezaron a ser resumidos, primero en algunas páginas, luego en pocas líneas. Otro tanto sucedió con la prensa: al final un titular era suficiente. Los años de las carreras universitarias también fueron acortados y algunas carreras desaparecieron: Historia, Filosofía, Lenguaje... En contraposición: los conocimientos técnicos fueron privilegiados. La vida se volvió inmediata y el placer empezó a dominarlo todo. Recordemos que la idea central de la sociedad está centrada en el hecho de que los ciudadanos lleguen a ser felices.

Pero: ¿por qué la necesidad de estos cambios? Porque los grupos minoritarios empezaron a diversificarse con mayor rapidez y esas minorías se sentían ofendidas con las manifestaciones artísticas existentes. Lo anterior provocó controversias y discusiones. Entonces el arte y los libros fueron prohibidos para evitar esas molestias. Así lo resume el jefe de los bomberos:

No era una imposición del Gobierno. No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias (73), y en la misma página: La palabra ‘intelectual’ se convirtió en el insulto que merecía ser.

La lógica de esta distopía es categórica: la felicidad radica en que todos debemos ser iguales y no se pueden establecer diferencias, ni comparaciones. Dado lo anterior, resultaba obvio que los libros debían ser prohibidos: sus múltiples voces e ideas ofenden a la gente y resultan molestos con sus interrogantes y ese afán provocador de hacernos pensar.

Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión para preocuparle; enséñale sólo uno. O, mejor aún, no le des ninguno. [...] Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos “hechos” que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía (76-77).
¿Qué otra cosa podemos decir sobre esta novela que aún no se haya dicho?

Bradbury, Ray
Fahrenheit 451 (1953 [1993])
Madrid: Biblioteca El Mundo, 192 p.
Traducción Alfredo Crespo

Comentarios

  1. Que los libros no desaparezcan, que no se conviertan en combustible para el fuego...¿A quienes no les conviene que existan libros? ¿ A quienes no les gusta que el mundo aprenda y se instruya?...¿Quienes maquinan la desaparición del conocimiento?...gente ignorante que no conoce la felicidad...Un libro lo es todo, alguien dijo: "Si me quedo solo en una isla, lo único que deseo tener conmigo es un libro".
    Gracias profe por compartir tus reseñas. Ruth

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    1. Hola Ruth, gracias por leerlas. Gracias por comentarlas. Te dejo muchos saludos. Gracias por estar pendiente.

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  2. Sin la lectura no sería posible conocer lo que otros ya han descubierto; el conocimiento y la confusión que de este surge es lo que nos provoca sufrimiento, creo que aún más la imposibilidad de acceder a él como quisiéramos, construir algo nuevo, o generar una solución (de tantas posibles) a partir de este. Nadie lo sabe todo, algunos sabemos muy poco, nos cuestionamos y, sin saberlo, llegamos a conclusiones a las que otros ya han llegado. Se dice que casi todo lo que pensamos ya otros lo han pensado. No sabemos què de nuestros pensamientos es, en verdad, original. Tal vez nada.
    La violencia de los bomberos, quienes no leen… se pensaría que el “alto intelecto” de quienes leen, la empatía que desarrollan quienes leen, o la tan abordada sensibilidad de quienes hacen arte, los exime de los actos violentos; no lo creo. Bolaño, en una entrevista dijo que quienes han marcado el canon de la literatura han sido, generalmente, hombres buenos; sin embargo, ha habido excepciones, y él dice que no lo explica por otra razón que por la miseria humana (me identifico con Bolaño en este pensamiento) …
    Gracias ¡Saludos!

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    1. Gracias a ti por leer y comentar y por traer otras referencias, otros nombres. Gracias por estar tan pendiente del blog y su contenido. Un saludo gigante.

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