Brujas de verdad

Apuntes sobre Las brujas (1983) de Roald Dahl

A veces, en mis clases la conversación toma un giro distinto al previsto; en esos casos no vale ningún orden del día, ni ninguna diapositiva, yo dejo que avance a su propio ritmo. Así, el jueves pasado, en lugar de ocuparnos de Edgar Allan Poe terminé aludiendo en varias ocasiones a Las brujas, de Roald Dahl (1916-1990), y por eso, en lugar de intentar escribir algunos apuntes sobre el estadounidense, lo haré sobre el británico.

Las brujas es una novela juvenil, y es una novela doble: su primera mitad podría ser pensada como una novela de terror, y su segunda mitad como una de aventuras. ¡Pero qué manía querer etiquetarlo todo! Digamos entonces que es literatura, y punto.

Lo anterior es algo que olvidamos con frecuencia, me explico: antes de ser “para jóvenes”, o “de terror”, o “de aventuras”, la obra tiene que ser literatura, y Roald Dahl demostró siempre ser uno de estos escritores. Su consagración literaria es más importante que cualquier clasificación y que cualquier polémica o intento de “cancelación” (que quieren cambiar la manera en que su obra se refiere a la apariencia, al peso y al género de sus personajes porque resulta que ahora es ofensiva, misógina, e incluso: invita al suicidio. ¡Puras patrañas inoficiosas!).

La novela trata sobre un niño que termina de criarse con su abuela, de más de ochenta años, luego de la muerte de sus padres. La abuela es una cazadora de brujas retirada que lo informa bastante bien: las brujas existen y son muy peligrosas, ellas quieren acabar con todos los niños del mundo, y lo más importante: identificarlas es casi imposible, pues han aprendido a ocultar todo aquello que las pone en evidencia (esconden sus calvas debajo de pelucas y sombreros, disimulan sus garras vistiendo guantes y sus pies deformes llevando zapatos, etc.).

Este es el planteamiento de la historia, repito: un mundo donde las brujas existen, quieren acabar con los niños, y donde es imposible identificarlas. ¿Acaso no estamos hablando de una “atmósfera” totalmente angustiante, terrorífica? ¿Cómo escapar de un mundo así? ¿Acaso se puede? Permítanme una exageración: ¡Ni Lovecraft se atrevió a tanto!
Me sucedieron cosas que seguramente te harán gritar cuando las leas (17).
Considero que esta novela es un buen ejemplo de la manera en que los autores utilizan el terror para el público infantil y juvenil. Se trata de un uso mediado, en este caso, por el humor y la aventura.

Pero esperen, porque las cosas se complican: nuestro protagonista se verá encerrado en un auditorio, en el Congreso Anual de las brujas, con más de doscientas de ellas. ¡Pobre criatura!
Su voz tenía un sonido metálico y rasposo, como si tuviera la garganta llena de alfileres (62).
Y tendrá qué ingeniárselas para escapar de allí. Él hará todo lo posible y lo logrará, pero convertido en un ratón. ¡Demonios!
Hay cosas peores que ser un ratón (168).
Por suerte, y gracias a la ayuda de su abuela, logrará replegarse, pensar un plan y atacar a las brujas para acabar con ellas, en especial, para acabar con la Gran Bruja, la líder mundial de todas ellas.

No es necesario que les cuente cada intento y cada lucha para sobrevivir… quien no la haya leído ya tendrá la oportunidad de disfrutarla.

La obra de Dahl es divertida, rápida, de párrafos cortos, intercalados con diálogos que permiten que la acción avance a saltos. La información se dosifica a lo largo de las páginas, lo que mantiene el misterio y la pregunta: ¿ahora qué sucederá? Incluso, la novela incluye una canción digna de ser aprendida de memoria (120-122).

Además de la doble confluencia del terror y la aventura me gusta mucho que la narración sea autoconsciente: el propio protagonista le advierte a sus lectores que su historia no es "un cuento de hadas", es una historia sobre las brujas de verdad.

Asimismo, me gusta que los personajes se permiten algunas palabrotas y que ninguno de ellos resulte un ejemplo de comportamiento. En pocas palabras: los personajes de Dahl NO son marionetas, y quizás están más vivos que muchos de sus detractores.

Espero que disfruten el acento de la Gran Bruja, y todo lo relacionado con el “niñicida”: “Fórmula 86. Ratonizador de Acción Retardada”. Y ojalá les guste tanto el final de la obra como a mí.

Sé que el final de la obra desconcierta a los lectores y algunos no están dispuestos a aceptarlo, pero desde mi punto de vista, su final responde al mundo de la obra. No es un final impostado, no, de ninguna manera. Es un final dictado por el terror y la aventura; esto es lo que debemos entender. La novela, bajo ninguna circunstancia, se miente; ni tampoco le miente a sus lectores.

No sobra decir que de esta novela existen varias adaptaciones al cine y al teatro; incluso, de ella existen varias dramatizaciones radiofónicas y una ópera. Asimismo, la edición citada está ilustrada por Quentin Blake, quien ilustró gran parte de las obras del autor en sus ediciones originales.



Dahl, Roald.
Las brujas (1983 [2015]).
Colombia: Loqueleo, 296 p.
Traducción: María Luisa Balsero.
Ilustraciones: Quentin Blake.

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