“¿Por qué estamos leyendo a Hemingway?”

Apuntes sobre: Cuentos (1939) de Ernest Hemingway

Era la primera semana de clases y en un pasillo de la universidad uno de mis estudiantes me preguntó: “¿Por qué estamos leyendo a Hemingway?”. No percibí ninguna recriminación en sus palabras y creo que, realmente, estaba interesado en conocer las razones de mi elección.

Debo decir que para ese momento sólo habíamos leído “Una sencilla indagación” (1927) y que había quedado como ejercicio la lectura de otro de sus cuentos, así que yo no diría que lo estábamos leyendo; como cuando uno se propone leer la obra completa de un autor, o por lo menos, gran parte de ella...

Ese día, a mi estudiante le respondí con algunos datos sobre la importancia de Hemingway en la historia literaria occidental y parece que mis palabras lo convencieron. Nos despedimos, pero me quedé pensando en que yo había evadido, ¡impunemente!, su pregunta.

En la clase siguiente intenté responder a su pregunta, pero los asistentes estaban muy interesados en hablar sobre “Colinas como elefantes blancos” (1927); cuando esto sucede prefiero guardar silencio y permitir que la clase tome el rumbo de la discusión…

Pasó una semana y ya todos estábamos muy ocupados hablando de una novela de Carlos Fuentes (¡otro de esos autores “imprescindibles”!). Así que no he podido decirles lo siguiente: leímos dos cuentos de Hemingway porque son narraciones cortas que íbamos a poder abordar en un par de clases; obviamente, porque las escribió un autor que, desde mi punto de vista, todo estudioso de la literatura debe conocer; asimismo, porque ambos cuentos nos iban a permitir explicar la llamada “técnica del iceberg”, método de escritura que considero que puede llamar la atención de los estudiosos dedicados al análisis de la narrativa; también porque ambas muestras literarias sirven de ejemplo para reconocer el estilo sencillo y exacto del autor, donde cada palabra está allí por una necesidad imperiosa. Y, por último, también leímos estos dos cuentos porque sus historias nos permiten traer a la discusión la situación coyuntural que afronta la universidad y, en general, la sociedad.

Esto último fue evidente para mis estudiantes. Sus lecturas no obviaron que el primer cuento trata –también– sobre el acoso sexual; y el segundo pone en evidencia la manipulación que se puede ejercer sobre alguien, además del tema del aborto...

Cuando digité por primera vez mis razones las copié y las pegué en un correo electrónico y se las envié a mi estudiante. A los dos días me respondió agradeciendo la respuesta, aunque según su mensaje no recordaba habérmelo preguntado. No voy a mentir: me sentí –en parte–, decepcionado. Antes de despedirse me preguntó: “¿Y por qué no vamos a seguir leyendo a Hemingway?”.

Aún no le respondo y no sé si lo haga. Pero quizás la respuesta es que cuatro o cinco años son muy pocos para hacer un pregrado dedicado al estudio de lo literario. Nuestro corpus de obras es amplio y de seguro no lo completaremos. ¡Es que hay tanto para leer! Nunca se lee lo suficiente, ni tan bien como uno quisiera.

Ojalá estas palabras alcancen a mi estudiante, ojalá en esta ocasión sí recuerde nuestra conversación. Es una lástima que no podamos dedicarnos a leer a todo Hemingway (y a todos los otros autores); pero de seguro que en otro momento él tendrá la oportunidad de hacerlo. Deberá robarle tiempo a su vida, ¡por supuesto!, pero valdrá la pena.

Quizás en ese momento mi estudiante pueda leer “Los asesinos” (1927) y “Las nieves del Kilimanjaro” (1936), dos de las narraciones de Hemingway más estudiadas por la crítica y los mismos escritores; ojalá también tenga tiempo para leer mi cuento favorito del autor: “Un lugar limpio y bien iluminado” (1933). No recuerdo dónde leí que para Vila-Matas el mejor cuento escrito por el estadounidense es: “Gato bajo la lluvia” (1925), y si lo dice Enrique Vila-Matas

Sobre las novelas de Hemingway tendremos que hablar en otro momento, así como de esas “memorias” tituladas: París era una fiesta (1964), y aquel estudio que tituló: “El arte del cuento” (1956). 

Por el momento, creo, debemos seguir leyendo.



Hemingway, Ernest
Cuentos (1939 [2021]).
Bogotá: Debolsillo, 595 p.
Traducción: Damián Alou.

Comentarios

  1. ¡Qué cercana narración, maestro! A punto de terminar el pregrado siento nostalgia porque no alcancé a leer todo lo que quería. Ahora se viene el trabajo, la labor de ser docente en un colegio y, con ello, las "maromas" que tiene que hacer uno para sacarle tiempo al tiempo y poder leer. Tengo ese mismo libro de Hemingway. He leído algunos cuentos. Espero pronto leerlos todos y compartir una reseña. Un saludo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hola. Gracias por leer y comentar. Ojalá logres robarte tiempo a la vida. Ojalá puedas leer mucho, ojalá hagas de tus estudiantes lectores. Tarea nada sencilla. Un saludo gigante. No dudes en escribir si lo consideras necesario.

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas populares