“Voy a ser profesor”

Apuntes sobre Cuando Hitler robó el conejo rosa (1972) de Judith Kerr

Juan Manuel está a punto de graduarse y ya consiguió un empleo como profesor. “Voy a ser profesor”, me dijo. De seguro que se siente muy feliz, ¿y quién no? Con tantas dificultades tener un empleo, ¡cualquier empleo!, parece un milagro digno de celebrarse y agradecerse. Así van las cosas en este mundo…

Hace algunas semanas Juan Manuel me escribió pidiéndome un listado de obras literarias para leer con sus estudiantes. Cada vez que esto ocurre, cada vez que alguien como él confía en mi criterio, me siento orgulloso, tanto que –por ejemplo–, no dudo en contárselo a mis allegados.

Ese mismo día le respondí. Le dije que antes de pensar en un listado ideal debía revisar las existencias reales de la biblioteca del colegio y la biblioteca pública más cercana. Le dije que no obviara, por ningún motivo, los gustos y las expectativas de sus estudiantes, y que recordara que nuestra meta es formarlos como lectores críticos de cualquier tipo de texto, y no solo de los literarios. Al final me atreví a decirle que el cambio más importante en la educación NO es el tecnológico, tal como muchos creen ahora. El mayor cambio es pedagógico y didáctico, un cambio que también tiene que diferenciar a la evaluación de la calificación… Cerré mi respuesta diciéndole que no dudara en volver a escribirme, si lo creía necesario.

Espero que Juan Manuel tenga un inicio laboral inolvidable. El mejor de todos los inicios posibles. Espero que su alegría no desaparezca cuando la realidad se le presente ¡tan distinta! a la teoría.

Luego de enviarle mi respuesta me quedé pensando en los títulos de algunas obras literarias que no dudaría en leer con los estudiantes de cualquier escuela y colegio. Obviamente, en el caso hipotético en que bastara con mencionar el título para que –de alguna manera–, éstos aparecieran por arte de magia en las bibliotecas públicas y en las también hipotéticas bibliotecas de los estudiantes. Pensé, especialmente, en algunas novelas, a saber, en: Momo (1973) de Michael Ende; Las brujas (1983), de Roald Dahl; El libro salvaje (2008), de Juan Villoro y en Cuando Hitler robó el conejo rosa (1972), de Judith Kerr; título que a continuación me permitiré comentar.

Cuando Hitler robó el conejo rosa (1972) es una novela que narra la manera en que su protagonista, una niña de nueve años, se enfrenta a la realidad de la Alemania nazi. En su historia, la protagonista advertirá el poder omnipresente de la propaganda, así como conocerá el daño que hacen las noticias falsas y sufrirá el miedo, la angustia y la desazón ante las próximas elecciones. La ciudad está invadida por la reproducción del rostro de aquel hombre que tanto daño le hará a ella y a su familia y que, desde su punto de vista, le ha robado su conejo rosa. En pocas palabras: esta es una novela que narra la manera en que el mundo adulto obliga a los niños a crecer, de la noche a la mañana; una novela en la que la realidad se traga entera los sueños.

Sé que mi lectura no puede agotar las interpretaciones de la novela. Sé que ella significa otras tantas cosas a sus otros lectores; sin embargo, quiero hacer énfasis sobre algunos aspectos de la obra que siempre han llamado mi atención:

Construir al enemigo: esta novela deja entrever la manera en que se construye al enemigo. Para ello se utiliza la propaganda y las noticias falsas, pero también el miedo y el odio. Miedo y odio que pueden ser enseñados y aprendidos. Los niños pueden aprenderlos de cualquier adulto. Así, en la novela, los otros, los enemigos, son vistos como “tacaños”, “groseros” y “holgazanes”, además de “sucios”. Cuidado: si los diferenciamos de nosotros mismos no habrá poder que impida que los ataquemos; lo llamaremos: defensa.

Un nuevo glosario: es clara la importancia del lenguaje para crear al enemigo, pero el lenguaje también permite en la novela enunciar a la nueva realidad: palabras y expresiones tales como “confiscación de la propiedad” y “depresión económica”, pero también, palabras como “refugiado” y “segregación”, y las expresiones “ponerle precio a la cabeza de alguien” o “campo de concentración”, entre muchas, muchas otras.

Demasiada realidad: el nuevo glosario, el glosario de la realidad, hará que los personajes de la novela deban afrontar su condición de refugiados, y aunque todos sufren a su manera, me gustaría recalcar la forma en que la madre debe soportar el mayor peso, pues es ella quien se hará cargo de la vida diaria de su familia en medio de la pobreza y el rechazo.

Madurar: la jovencísima protagonista de la novela también deberá enfrentarse a la realidad del refugiado y deberá hacerse consciente de lo que significa vivir una “infancia difícil”, en pocas palabras: deberá madurar, algo que quizás se pueda ejemplificar en el momento en que ella asume la responsabilidad de “vigilar” y “curar” las pesadillas de su padre… Quien no haya leído la novela no puede perderse este momento particular de la historia.

Sentirse siempre un extranjero: y por último, como refugiados, los protagonistas estarán obligados a adaptarse a las nuevas condiciones y costumbres de cada uno de los países que utilizan para huir de la guerra y la muerte. La novela, divertida en medio de la zozobra, también parece sugerirnos la idea de que, ante la guerra, debemos sentirnos siempre unos extranjeros. En definitiva, la novela parece decirnos que no podemos sentirnos ¡tan cómodos! ante la violencia y la injusticia.


Kerr, Judith.
Cuando Hitler robó el conejo rosa (1972 [2015]).
Colombia: Loqueleo, 333 p. Traducción: María Luisa Balsero. 

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